En pasados artículos he descrito con mayor o menor detenimiento las "Clínicas" de Coté, aspectos de su comportamiento e historias vividas por todos nosotros entre aquellas paredes, una pequeña parte de una larga, larguísima pantomima....y lo que queda aún por contar!!
Pero a veces, sin saber bien por qué, recuerdas detalles aislados que te lo traen desgraciadamente a la memoria: un medicamento homeopático en una farmacia, un cesto con cuentos en la habitación de algún niño, la figura de un búho, una caricatura....cualquier detalle, la cosa más tonta te devuelve allí irremediablente.

¿Os acordáis de los pastilleros que durante un par de años nos regalaba por Navidad grabados con su nombre y el de la Clínica?, redondos, plateados, con tres compartimentos interiores para las pastillas y grabados en negro....Lo que no sé es para qué nos los regalaba si nunca (o casi nunca) nos recetaba pastillas, lo de él era pinchar, le gustaba más la jeringuilla que un chupa-chups a un crío. Y hablando de chupa-chups, no estuvo el tío dándonos la vara un mes seguido con la cajita aquella donde ponías un caramelo, la cerrabas, y al abrirla de nuevo había desaparecido el caramelo, claro que luego te lo hacía aparecer....¡y el tipo enseñándonoslo tan feliz, como si fuéramos tontos!
También estaba aquel tarjetero sobre la repisa de la entrada que primero fue de metacrilato y que contenía las tarjetas del Dr. López Pérez PH-DO y todo lo demás, más tarde estarían en el mismo sitio pero sobre una bandejita.
¿Y el árbol de Navidad? ¿qué me decís del árbol "made in USA" que nos ponía cada Navidad en aquella agobiante sala de espera?, con su alfombrilla roja y verde, bordada con Papa Nöel y toda la parafernalia propia de USA; estaba siempre colocado en la esquina, encima de aquella especie de arcón en el que tantas veces nos sentábamos mientras esperábamos por nuestra "dosis".
Pero si había algo realmente de mal gusto, tétrico, horripilante (y creo que ya hablé de ello en otro artículo) era el busto de un indio tallado en madera cuyo rostro era mitad hombre mitad búho...cada vez que tenías que ir a su despacho y lo veías encima del, también horroroso, mueble de madera labrada, es que hasta te entraban escalofríos....bufff, ¡qué cosa tan fea!
Las tazas de la Clínica Mayo (como esas que compras cuando vas de excursión a Roma o a Londres), también en su despacho, en ellas guardaba lápices, bolígrafos ("estilográficas") y hasta plumas Dupont que le habían regalado sus agradecidos pacientes (ja, ja, y re-já).
Luego también estaba el cestón de mimbre con aquellos enormes girasoles que "adornaba" la bañera del cuarto de baño principal, que quedaba allí como un lacito a un cerdo. Y digo baño principal porque muchas veces teníamos que hacer cola para poder ir al baño, pues entrar en el aseo de su despacho, ese donde estaba la nevera con las jeringuillas cargadas de "sabe Dios qué", eso estab vetado para los pacientes, hay quien no pudiendo aguantar más hasta bajó al bar de la esquina...
A mi siempre me llamó mucho la atención el cuadro de la entrada con una caricatura del "insigne médico" realizada por el gran dibujante Xiro (eso sí que era un lujo, mucho me parece para quien es el individuo).
Y sí, claro, el cestón con los libros, cómics y hasta algún juego estropeado que también estaban en la sala para que los niños ocupasen su interminable espera...¡pobrecitos míos!, allí merendaban, comían, dormían sobre el regazo de sus padres o abuelos, hacían los deberes, y preguntaban una y mil veces cuándo se podían ir...¡tan pequeñitos! (pero tiempo habrá de hablar de ellos también).
Si, Coté, tenía detallitos, de pose, de apariencia, pero ahora sabes que todo era parte de la puesta en escena, el atrezzo de una terrorífica obra de teatro que nunca debió estrenarse.